Deleite barroco. Con Vivialdi estremeciendo las fibras de mi ser y un exquisito cuadro de Jesús crucificado, una experiencia mística se avecinaba para retumbar contra mí todo su esplendor. Deprimentemente los burgueses gala hicieron de su vulgaridad (jerga spengleriana) y sus aplausos fuera de lugar hacia las graduadas frustraron el intento de Dios por tocarme.
Triste el fenómeno. Cada día me siento más banal.
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