martes, 28 de septiembre de 2010


Los trazos delatan una mano temblorosa, mano angustiada. Perspectiva colorida, panorama subyugante, opresivo, fenómenos de sus insinuaciones chuecas. Subyugante, opresivo sí, pero al mismo tiempo hermoso. Trágico, hermoso. Sublime. Eso es Van Gogh.
Del infeliz brotan lágrimas. El infeliz recuerda el regreso a la realidad auspiciado por las palabras de un ser que debiera odiar. Olvidar las demás razones para hacerlo hace. Suficiente tiene ya el infeliz con las mentiras escuchadas ayer, mentiras que lo ilusionaron para pocas horas después sumirlo más en su enloquecedora miseria. Creía el infeliz que su existencia no podía ser más triste, a que infeliz tan tonto. Un ser otrora encantador, hoy perverso le ha enseñado lo contrario. Los perdidos recuerdos de una historia sobre una princesa y un pato lejos de sobreponerlo al dolor, lo consumen mas. Una pato, una princesa. Demasiado hermoso para ser cierto. Debiera olvidar a ese ser, debiera odiarlo por tanto dolor causado. Lejos de ello el infeliz hará lo otro.Tales son las contrariedades del amor. El individuo la ama.


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