miércoles, 19 de mayo de 2010

Es inimaginable la cantidad de cosas que el judío aniquila dondequiera que pone su planta. La palabra “internacional” que le entusiasma, evoca en él la esencia del consensus sin tierra y sin límite, ya se trate de socialismo, pacifismo o capitalismo. Si para la democracia euroamericana las luchas constitucionales y las revoluciones significan un desarrollo hacia el ideal civilizado, para él estas luchas son, sin que se dé cuenta de ello, la descomposición de todo eso, que es diferente de su propia naturaleza.

Para el espíritu faustico la “Ilustración” significaba un paso adelante en el camino de la vida propia; un paso sobre ruinas, sin duda, pero en el fondo una afirmación. En cambio para el judaismo era una destrucción nada más; era la descomposición de algo ajeno al alma judía, de algo que el judío no logró nunca comprender.

Spengler, La decadencia de Occidente

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